
Ayer el dirigente de ANAPSIN en la región de Guasave, Modesto López, reconociendo que el programa de comercialización de maíz no está funcionando de la mejor manera y “que son más las echadas que las ponedoras”, hablando de manera coloquial, propuso que se imponga un especie de arancel estatal al maíz que se está comprando por la libre y que con factura en mano demuestren haber pagado como mínimo un precio de 6,500 pesos por tonelada. Sino pagaron ese monto, que cubran la diferencia y de no ser así, el grano no se pueda sacar del estado.
Se antoja un tanto difícil el poner un arancel sin antes legislar en la materia y entendiendo como se mueve el congreso se antoja más complicado aún, por los tiempos que apremian.
Lo que sí se puede hacer de inmediato, es que se exija en las fronteras norte y sur de la entidad a que no salgan “jaulas” de maíz sin que hayan pagado sus correspondientes impuestos en la entidad y a esos le salgan alas volviéndose recursos golondrinos.
Esto ya está legislado y de hecho se supone que debe hacerse por ley. Sin embargo, no podemos esconder el sol con un solo dedo, y es un secreto a voces que los inspectores del transporte de carga se dedican más que nada a extorsionar transportistas, que a hacer que se cumpla la ley en el estado de Sinaloa.
Esta es una fecha de vacas gordas para los inspectores y sus jefes. Pues los “jauleros” que se acercan a los valles agrícolas y que se cuentan por cientos o quizás miles de camiones, salen por las carreteras federales pagando una “módica cuota” para que se les permita evadir la ley del estado. Se estima que el “cuchupo” es millonario.
El productor maicero, ante la incertidumbre que existe con el programa de comercialización de maíz, la desconfianza que le tiene a los programas emergentes del gobierno federal que se diseñan detrás de un escritorio de un burócrata a cientos de kilómetros del campo, optan por vendérselo a un “coyote” o a un libre y así obtener un recurso libre de polvo y paja. Menor a la cotización que quizás pueda obtener, pero se evita engorrosos procesos, vueltas y más vueltas, montones de documentos y miles de corajes.
A rio revuelto, ganancia de pescadores. Aunque aquí más bien es bonanza de “coyotes” e inspectores de transporte de carga… y de sus jefes, porque no se mandan solos.